18 septiembre 2008

Las Tortugas También Vuelan (o cómo descubrir lo mierda que somos)



"Esto no es una película ... es un atraco a corazón armado a la boca del estómago, un puñetazo a la conciencia, un meneo de la leche a la vorágine de nuestra rutina cotidiana....

Pues sí, también me quedé petrificado en mi asiento, se acaba la película y ni un movimiento, ni un comentario. Por un momento pensé que ni respirábamos. Parecía que cualquier movimiento, cualquier sonido, cualquier palabra... era innecesaria. O al menos, pequeñita, superficial, intranscendente. Había como una sensación ambivalente: o dejas que las sensaciones que acaban de transmitirnos en esta película se asienten bien, se agarren a las tripas y al alma. O rápidamente cambias de canal y buscas el programa más superficial que estén poniendo para "olvidar". Esta última opción era la más peligrosa: eso lo hacemos todos los días. Pero después de ver "Las tortugas también vuelan" si elegíamos la segunda opción ya sería un acto consciente: decido cerrar los ojos, permitir que lo que transcurre más allá de mi realidad más inmediata y cercana sea ajeno hasta el punto de casi no existir, quizás como "mero" titular en el periódico, o en las noticias...



La opción que tome cada uno es personal. Está claro. Pero no menos claro es que estas tortugas voladoras tienen esa cualidad de no dejarnos indiferentes, de ponernos en una encrucijada personal (que podemos resolver en milésimas de segundos ..... o en algo más de tiempo), de sacudirnos en nuestros cómodos sillones.

Sí esto no es una buena película, que baje (aquí póngase el que consideres mejor director de toda la historia del cine, a gusto de cada uno) y lo vea.

Aunque ya se ha repetido por activa y pasiva, no puedo dejar de mencionar la increíble actuación de los niños que protagonizan esta película. Tanta naturalidad, tanta frescura, tanta belleza…. Increíble: ni uno era profesional.... aunque tenían acumulada mucha experiencia (en poco tiempo) en la profesión del vivir (o del malvivir). La conmoción de la película no me permitió levantarme del asiento para aplaudir. Pero es lo que hubiera deseado.

Esta historia va mucho más allá del cine, estamos ante la auténtica descripción del horror –ni "Apocalypse Now" ni leches.

Lo peor de todo es la impotencia que sientes, la cara desencajada que se te queda al final. Terminaron los títulos de crédito y aún seguía petrificado en mi sofá; pasaban los anuncios, pero yo seguía con la mirada fija, perdida entre las imágenes del televisor, absorto en mis reflexiones.
¿Qué puedo hacer yo para evitar esto? ¿Bastaría con enviar dinero, apadrinar o adoptar a algún niño? ¿Debería ir yo allí? Me doy asco a mí mismo porque sé que no haré nada (si acaso algo desde la distancia); me entran ganas de terminar con todo, como hizo Agrin, pero también sé que no tendré el valor de hacerlo. ¿Por qué me afierro tan fuertemente a la vida? Supongo que por la esperanza de que todo pueda cambiar, porque deseo sentir eso del amor correspondido, porque quiero ver el mar y la nieve algún día... pero seguiré siendo un egoísta.
¿Soy el único que se siente así?"

(extractos de comentarios en el Filmaffinity a los que me sumo sin dudarlo)

Craig Armstrong - Childhood 2

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